En 1995 San Lorenzo de Almagro salió campeón luego de 19 años de espera. Una racha que se hizo larga, que tuvo sinsabores en lo deportivo pero más aún en la pérdida del estadio, en una maniobra rara e inexplicable, mezcla de errores de los dirigentes de entonces y un poder político dictatorial que coaccionó para que los hombres del club cedieran el terreno donde supo estar el estadio más importante de la Argentina, tierra de grandísimos jugadores, cuna de inolvidables campeones y sede de los partidos más importantes de nuestro fútbol, con el seleccionado nacional a la cabeza. También fue el refugio de tantas actividades, básquetbol, natación, boxeo, amén de muchísimas actividades culturales, con los carnavales como uno de los más grandes eventos recordados.
En esas dos décadas de espera, la pérdida del Gasómetro fue la más importante. La más dolorosa. Luego, los largos años de peregrinar por distintos estadios, la caída del ’81 y los años sin títulos. Pero siempre estuvo firme la hinchada de San Lorenzo. La gente. La que lo respaldó en el lustro final de los ’70, cuando el declive era notorio. La que armó una fiesta popular, alegre y multitudinaria cuando el equipo perdió la categoría y muchos imaginaban un año oscuro y triste. Nada de eso sucedió. Al contrario, de la mayor tristeza, impensada para la gente del fútbol, la gente de San Lorenzo armó una fiesta asombrosa, colorida, triunfal. Fue asombro y envidia de los otros. Empezó la reconstrucción, pero faltaban un par de detalles. Se hizo una nueva cancha, ¡una más! Para tener casa propia hasta el regreso definitivo a Boedo. Y se buscó el campeonato, ese que se logró el 25 de junio de 1995 con un gol de cabeza de Esteban Fernando González, en Rosario ante Central.
“La hinchada de San Lorenzo es increíble, siempre digo que no me va a alcanzar la vida para agradecerle todo lo que me dieron. Todo lo que me hicieron sentir desde el campeonato del ’95 hacia adelante. Yo quiero que le vaya bien a San Lorenzo por la gente. Por la hinchada. A mi saludan chicos que no me vieron jugar, pero por lo que le cuentan los padres. Y ese título de 1995 fue una gloria, ponerle fin a cargadas, sacar pecho. Siempre voy a querer a San Lorenzo” nos dijo el Gallego cuando recordaba la noche mágica de Arroyto en una charla que tuvimos en “Universo Deportivo” y puede verse en el canal de YouTube del programa.
Pero también tuvismo tiempo de repasar su carrera y conocer lindas anécdotas en el fútbol: “En Ferro tuve mis primeras enseñanzas. Carlos Timoteo Griguol fue como un padre. Me enseñó a jugar al fútbol. Nos explicó como había que entrenar, como había que jugar. Y Ferro fue un gran equipo por su trabajo. Cuando teníamos la pelota, jugábamos. Y cuando no la teníamos, a ordenarse y buscar recuperarla rápido. Era un equipo sólido, no nos llegaban nunca, la defensa era fuerte y Barisio atajaba lo poco que le tiraban”, recordó el “Gallego”.
“Y en el básquet también andaba bien, Ferro. Era un club completo, nosotros sacábamos del básquet como hacer las cortinas. Lo aplicábamos en los laterales. Carlos Aimar era su ayudante y nos exigía al máximo, llegábamos muy bien preparados. Manejaba la tercera como si fuera la primera. Estábamos todos listos para jugar en tercera o en primera”.
“En Español jugué con mi compadre, el “Puma” Rodríguez, un jugadorazo. Estaba Pedro Catalano, Sergio Zanetti, el uruguayo Batista, Mario Cariaga, “Lucho” Correa…un equipazo. Pero Ríos Seoane era un personaje muy raro. Me fui a Málaga y como estaba Sebastián Viberti, que ahí era ídolo, muy querido, entonces llegué y me quisieron enseguida. Ni me evaluaron. Y me fue bien; a los tres meses jugamos un clásico clave ante el Cádiz y ganamos 2 a 1 con dos goles míos. Pensaba como iba a ser el recibimiento en la ciudad, la fiesta de los días siguientes…y cuando faltaban 10’ me saqué el hombro de lugar. Tuve que parar 4 meses, me pidieron el lugar para otro extranjero (aún había cupo) y llegó el “Palomo” Usuriaga en mi lugar”, comentó Esteban.
“Pero me queda el recuerdo de haber vivido en una ciudad bellísima. Es mi lugar en el mundo, con lo que me gusta tomar sol…El andaluz es muy parecido a nosotros, pero no le podés fallar. Son rectos; en cuanto fallaste, marchás. Trabajan y disfrutan. Trabajan a la mañana, de 13 a 16 descansan y de 16 a 20 trabajan. Pero a las 20 hs y un minuto, chau. Terminan de trabajar y a vivir la vida!”.
“En Vélez arranqué con Roberto Rogel. No tenía club luego de lo de Málaga y el “Nano” Areán me llevó a Argentinos; estuve 20 días ahí pero no arreglé el contrato, y justo jugamos un amistoso con Vélez, donde hice dos goles. Pensé que iba a firmar con Argentinos esa misma noche, pero no me llamaron. Y Daniel Comba me dejó una tarjeta, donde decía que la gente de Vélez quería hablar conmigo. Como no había arreglado en La Paternal, fui a hablar con la gente de Liniers, y firmé el contrato enseguida. A los tres días nos fuimos de gira a Colombia; estaban mis amigos Gareca y Ruggeri, y figuras como Fillol, Mancuso. Después llegaron Sotomayor, Trotta, se afirmaron Raúl Cardozo, el Turu Flores. Salimos campeones en el ’93, después de 25 años que Vélez no lograba un título. Ganamos el partido decisivo frente a Estudiantes, en La Plata, una tarde de lluvia y barro, donde por primera vez no quise patear un penal. Pensaba ‘lo voy a errar, lo voy a errar’…no me sentía seguro, y preferí dejar a otro compañero que se sintiera confiado, lo hice por el bien del equipo. Y fue José Luis Chilavert y clavó un fierrazo. Ahí empezó Chila a patear”.
“Después jugué la primera ronda de la Copa Libertadores de América en 1994. Justo se lesiona Héctor Almandoz y Bianchi quería un marcador de punta. Yo ya no jugaba tanto, aparecían el “Turu” y el “Turco” Asad. Y aparecí en el canje: Flavio Zandoná fue a Vélez y yo a San Lorenzo. Bianchi tan equivocado no estaba, jajaja, con el “Chino” ganaron la Copa”.
“En San Lorenzo encontré un club sensacional, con una hinchada maravillosa, bestial y me reencontré con Oscar Ruggeri, un hermano. Fue una hermosa campaña la de 1995. Cuando falleció mi padre, enseguida vino el partido con Belgrano de Córdoba. Yo lloré mucho a mi papá, me venía a ver, me seguía a todos lados, me exigía muchísimo: ‘jugá para el equipo, pero hacé goles. Tu deber es hacer goles, dale convertí’, me pinchaba…me iba a ver a cualquier lado, cuando salía a la cancha me pegaba un chiflido especial para que supiera que estaba. Esa tarde con Belgrano ni iba a jugar. Pero fui igual y le dije al “Bambino” Veira que quería jugar, quería despedir a mi viejo en una cancha. ‘Listo’, dijo Veira, ’la camiseta 16 al Gallego’. El Bambi sabía que si me necesitaba, yo iba a jugar. Estaba sin dormir, pensaba en mi viejo y veo que hay penal para Belgrano. Uf! Po suerte lo atajó Oscar Passet. En el segundo tiempo, el Bambino me manda a calentar. Y le digo, ‘no, Bambi, entró de una’. Y me metí, casi sin calentar. Si me preguntás por el partido, ni me acuerdo que pasó. Sólo me acuerdo del gol, eso sí me quedó grabado. Porque fue increíble, viene un centro de la derecha y un defensor de Belgrano la quiere rechazar, pero le cae a Monserrat, que tiró el centro de una y de cabeza convierto el gol. Yo creo que fue mi papá el que le dio el pase a Monserrat, y después me levantó para que pueda saltar más alto que el defensor y poder convertir de cabeza. El festejo fue una locura, todos los muchachos arriba mío, vino hasta Passet desde el arco. Es que los muchachos venían a casa y lo conocían mucho a mi viejo. Y lo querían mucho, también. El árbitro, Juan Carlos Biscay, se acercó a ver qué pasaba y el Bambino le explicó. Entonces comprendió la situación y se dio vuelta hacia el medio de la cancha.”
Fue una tarde de emoción, de esas que se llevan en el alma. Como el querido “Gallego” González, que lleva al fútbol y al gol en lo más hondo de su corazón.
Hernán O’Donnell